Murcia es una ciudad algo desconocida por su gastronomía, pero la realidad es que esconde grandes tesoros que vamos a descubrir en este reportaje. No en vano, en el año 2020 fue la capital española de la gastronomía. Por este motivo hemos querido que una de nuestras últimas escapadas del año fuera a esta ciudad para conocer sus platos más emblemáticos y visitar sus principales monumentos.
Llegamos a mediodía a Murcia y tras dejar el coche en el aparcamiento de la Plaza de la Universidad, dirigimos nuestros pasos hacia la cercana Plaza de Santo Domingo. Rodeada de terrazas, en el centro se encuentra un enorme ficus plantado en 1893 del que se dice que sus raíces llegan hasta la Plaza Circular, a más de medio kilómetro de distancia. ¿No os parece impresionante?.
A continuación visitamos el Teatro Romea, punto de encuentro de la vida cultural de la ciudad, con una variada agenda de actuaciones teatrales y musicales. Con una fachada de estilo ecléctico donde también se encuentran detalles modernistas, y en lo más alto los bustos de los músicos Beethoven, Mozart y Liszt. Su interior es precioso.
Pasear por Murcia permite descubrir su encanto. En la calle Traperia, nombre que recibe por la profesión que allí se ejercía en la Edad Media, cuando los comerciantes trabajaban las pieles y las vendían al mejor postor, encontramos varios edificios emblemáticos. Imprescindible es visitar el Real Casino de Murcia. Construido en 1905 por el arquitecto Pedro Cerdán fue un punto de encuentro de la alta sociedad. Actualmente es un club privado con algunos espacios abiertos que se pueden visitar por tres euros y que merecen la pena.
A estas alturas ya empezaba a entrarnos hambre con lo que hicimos una parada en La tienda de Susano. En su origen, en los años 50, fue una tienda de ultramarinos, y hoy convertida en un bar de tapas, aún conserva algunos detalles del pasado. Allí probamos las famosas marineras, es decir, una rosquilla de pan con ensaladilla coronada por una anchoa. Variantes de la marinera son los marineros, donde cambian la anchoa por un boquerón en vinagre o la típica rosquilla con ensaladilla a secas que en Murcia la llaman bicicleta. Y si juntamos una anchoa y un boquerón, tenemos un matrimonio.
Tras reponer fuerzas nos fuimos a la Plaza del Cardenal Belluga para visitar la Catedral, pieza clave del barroco español, aunque en ella conviven varios estilos arquitectónicos. Una de las cosas que más llama la atención es la cadenas de piedra caliza y unos 90 eslabones que rodea la Capilla de los Vélez. La leyenda cuenta que en el año 1500 un mendigo se ofreció a esculpir estas cadenas a cambio sólo de asilo y alimento. Tras siete años de trabajo, en la Nochevieja de 1507, la obra estaba finalizada y el mendigo anunció que había decidido marcharse. Entonces, el Marqués de Vélez, temeroso de que pudiese realizar alguna obra parecida en otros lugares, lo mandó apresar, arrancarle los ojos, cortarle ambas manos y encerrarlo en una prisión.
Otra de las partes más apreciadas de la catedral es su torre. Mide 93 metros de altura, y es la segunda torre de una catedral más alta de España, después de la Giralda de Sevilla. Después de admirar tanta belleza decidimos ir a comer a Keki, un restaurante del chef Sergio Martínez que nos habían recomendado y que no nos defraudó. Cocina mediterránea con toques del mundo en formato tapa y raciones ideales para compartir. Comimos unas cremosas Croquetas de jamón, sus deliciosos Canelones de pato y mostaza y otros de carrillera y Secreto a la brasa con verduras al wok.
Hicimos una pequeña sobremesa para descansar con un café y como no, con un par de postres que vimos en otras mesas y eran toda una tentación. Si el Ferrero Rocher de Keki está delicioso, su Milhojas estaba de muerte lenta.
Con los pies descansados y el estómago lleno, proseguimos nuestro camino por las calles de Murcia para ver la fachada del Palacio Episcopal, del siglo XVIII de estilo rococó utilizado actualmente con funciones administrativas y eclesiásticas. A su lado está el ayuntamiento y casi enfrente el Puente de los Peligros o Puente Viejo para atravesar el río Segura y contemplar en su agua La Sardina.
Y como nos gusta mucho lo verde, fuimos a ver el los Jardines del Malecón y el Jardin de Floridablanca donde nos encontramos árboles centenarios y un pequeño parque para niños. En sus alrededores se encuentra la confitería Roses, -en la calle Princesa, 20-, un lugar recomendable para comprar el famoso pastel de carne murciano.
Así terminamos nuestra visita de un día a Murcia. Agotados, pero encantados y con ganas de volver a seguir probando platos típicos como el pisto o el arroz al caldero, del que os hemos hablado alguna vez y que si estáis en Madrid os recomendamos probar en el restaurante El Caldero.
Solo he ido a Murcia una vez y no la pude disfrutar por ser un viaje de trabajo. Veo que hay muchas cosas que merecen la pena...
Si finalmente este año nos dejan viajar vamos a plantear unas vacaciones en España, así que qué mejor que tener recomendaciones de sitios maravillosos a los que viajar.
Un abrazo,
Iris Fogones
Conozco bastante la zona costera de Murcia y su excelente gastronomía. Los pasteles de carne me vuelven loca, al igual que el pescado y el marisco. Deseando volver
https://gastroactivity.com/
Que ganas tengo de visitar Murcia.
Aunque he estado en diferentes poblaciones, nunca he llegado a la capital.
Gracias por la información.
https://micocinayotrascosas.com
Pues sí ha sido muy mala suerte para Murcia. Pero bueno a ver si esto termina pronto y podemos empezar a movernos y hacer una visita a Murcia